Versalles, el gran palacio del rey Sol.

El nombre de Versalles aparece por primera vez en un documento medieval que data del 1038 d. C. Versalles se convirtió en  la capital no oficial del reino de Francia a partir de mayo de 1682, cuando el rey Luis XIV trasladó la corte y el gobierno permanentemente a Versalles, hasta septiembre de 1715, con la muerte de Luis XIV y regencia, de Felipe de Orléans quien decidió a París, y luego otra vez a partir de junio de 1722,  Luis XV volvió a Versalles permanentemente, hasta octubre de 1789, cuando la gente de París forzó a Luis XVI volver a la capital.

Durante este periodo París siguió como la capital oficial de Francia, y el palacio real oficial fue el Palacio del Louvre, pero los asuntos prácticos del gobierno fueron conducidos desde Versalles y Versalles fue considerada como la verdadera capital.

Será  para el rey Luis XIII un palacete de caza y después se convertirá en el palacio del rey sol, Luis XIV gracias a las remodelaciones desde los años 1661- 1708. Permanecerá activo hasta el derrocamiento de la monarquía en el año 1789 con la Revolución Francesa.

Durante el año 1661 hasta el 1668 será el palacete de caza de Luis XIII al que se le añadió con posterioridad las dos alas laterales que, al cerrarse, conformación la plaza de armas o patio de mármol. Son fachadas de ladrillo y unifica la cubierta usando también la pizarra y las mansardas.

La no terminación de las obras del Louvre se debió a que Luis XIV decidió trasladar su residencia a Versalles. Para apoyar tal decisión se pueden señalar varias razones que estarían en la mente del monarca. En primer lugar, desearía vivir fuera de París, temeroso de la posibilidad de una multitud embravecida por los motines como la recordaba desde su infancia en los días de las Frondas; junto a ello, el palacio del Louvre era incómodo y pequeño para una corte tan numerosa como la que deseaba tener con   él.

Luis XIV

«Luis XIV cambió a la nobleza las armas por la etiqueta»

 

Además, pretendía que esa nobleza estuviera aislada del pueblo trabajador de París para no exasperarlo ante la holganza y constante vida de diversión a la que el propio rey la entregaba a fin de tenerla entretenida y sometida, evitando así la posibilidad de que también ella se levantara como ocurrió durante la Fronda de los Príncipes; es lo que Mourois expresó de forma elocuente diciendo que «Luis XIV cambió a la nobleza las armas por la etiqueta». Por ello Versalles se presentaba como el lugar ideal, pues, situado a 21 km al suroeste de París, quedaba lo suficientemente cerca como para hacer pensar que el rey residía en la capital y al mismo tiempo, estaba alejado ante posibles desmanes.

Además Versalles se convertiría en un instrumento del poder real, una autentica jaula de oro en la cual aglutinar a toda la nobleza francesa y así poder constituirse como el mayor ejemplo de monarca absoluto de la edad moderna, ya que el rey mantenía allí viviendo a toda la alta nobleza francesa y asi este pudo imponer sus derechos en los dominios de los nobles «hospedados» en su palacio.

Pero aquel palacio no tuvo su origen en la persona de Luis XIV, sino que fue su padre Luis XIII quien le había dado nacimiento al encargar a Philibert le Roy la construcción de un palacete para que le sirviera de refugio de caza en una zona cinegéticamente muy rica donde podía desarrollar ésta que era su gran afición.

Pero aquel edificio en nada presagiaba lo que llegaría a ser, pues era una sencilla edificación dispuesta sobre una planta en U, con los pabellones de las esquinas resaltados, y con el lado oriental cerrado por una sencilla arquería, rodeaba el conjunto un foso y había un incipiente jardín. Esta construcción resultaba incómoda; pues la distribución interior era en enfilade, en la que se disponía una sucesión de habitaciones a lo largo de las alas, lo que propiciaba las fuertes corrientes de aire que hacía que los acompañantes del rey acudieran al lugar a regañadientes y por obligación. Sin embargo, a pesar de los inconvenientes, Luis XIV se encariñó con el lugar, decidiendo transformarlo a lo largo de tres etapas ligadas a hechos históricos y a personajes femeninos trascendentales en su vida.

El primero de estos períodos se situaría entre los años 1661 y 1668 y estuvo determinado por ese encariñamiento del rey. Esta atracción estuvo relacionada por los amores con la primera amante oficial, Louise de la Vallière, con la que acudía al palacete de Versalles convertido entonces en refugio de sus amores. Había ocurrido que Luis XIV y su cuñada Enriqueta de Inglaterra se habían sentido atraídos mutuamente; para evitar el escándalo y el problema diplomático que podía surgir con la Corona inglesa, ambos enamorados trataron de disimular, aparentando que a quien pretendía el rey era a Louise de la Vallière, dama de compañía de Enriqueta de Inglaterra. Pero lo que fue una ficción acabó convirtiéndose en realidad, y Luis XIV se enamoró de ella, sintiendo desde entonces una predilección especial por aquel lugar al que ambos se dirigían en sus paseos a caballo. Decidió, pues, convertir el palacete en un lugar de recreo para lo que encargó a Louis Le Vau una serie de reformas de pequeña entidad que acondicionaran el edificio para hacerlo más cómodo.

Se debía conservar toda la obra anterior, haciéndose añadidos decorativos en el patio, y solamente como obra constructiva nueva se edificaron dos alas prolongando las del patio, destinadas una a cocinas y otra a cuadras. Pero éstas se hicieron independientes de la construcción anterior, ya que quedaron separadas por el foso que no se rellenó, cerrándose el nuevo ante – patio con una verja azul y dos pequeños cuerpos de guardia. Pero, al hacer este añadido, quedó un alto escalón entre el nuevo patio y el terreno situado ante él. La solución para el acceso al palacio se logró mediante una plataforma circular e inclinada en la que se dispusieron tres caminos de entrada, uno directamente por el diámetro, para coches y peatones, y otros dos bordeando el círculo, exclusivamente para peatones. A los lados de esta plataforma se levantaron seis pequeños pabellones de planta cuadrada construidos con piedra y ladrillo destinados a servir de alojamiento a invitados y artistas.

Tras esta etapa, Luis XIV decidió convertir el palacio en residencia de la Corte, con lo que se entra en la segunda etapa de la construcción de Versalles que se extiende entre los años 1668 y 1678. La ocasión para tal determinación se le presentó con la celebración de las fiestas por la firma del Tratado de Aquisgrán (1668) que sellaba la paz tras la Guerra de la Devolución (1667-1668), y por el que Francia se anexionaba importantes plazas del Flandes español.

Fue también durante el transcurso de estas fiestas el momento en que se hizo oficial el cambio de favorita por parte de Luis XIV. Louise de la Vallière, ya no entretenía al rey, y para intentarlo nuevamente recurrió a una amiga, Françoise Athénais Rochechouart, esposa del marqués de Montespán, mujer prepotente, sumamente ambiciosa y que, aprovechando la ocasión, pasó al primer plano en los favores del rey a quien dominó durante los años de este segundo período, haciéndose por otra parte odiosa a los ojos de toda la Corte, debido a su carácter. Consciente el rey, especialmente a causa de la fiesta, de la incapacidad del palacio para alojar a los miembros de la Corte y de servir de residencia permanente para su persona, tomó la determinación de ampliarlo pese a la oposición de Colbert, su ministro de finanzas, que opinaba que el rey debía vivir en la capital del reino. Se optó entonces entre dos soluciones; por un lado, estaba la que pretendía Colbert, tendente a conservar lo existente y envolver estas partes con la obra nueva, lo que sería menos costoso y tal vez menos bello, por lo que el rey podría revocar su decisión de vivir en Versalles; por otro lado, Luis XIV era partidario de derribar lo antiguo y hacer un nuevo palacio, aunque su opinión fue cambiante.

Palacio y Jardines de Versalles.

Palacio y Jardines de Versalles.

Finalmente, se escogió la solución de la envoltura encomendándose los trabajos a Louis Le Vau. Pero cuando ya se llevaba hecha parte de la obra, Luis XIV cambia de idea y estima que se ha de hacer una nueva construcción; se da paso a ésta y de nuevo vuelve a detenerse porque el rey decide ahora volver a la envoltura. Reanudada entonces la envoltura, se llevaron los trabajos tan rápidamente que se finalizaron en seis meses, lo que tal vez evitó un nuevo cambio de opinión. Así, el antiguo palacio quedó como núcleo del nuevo edificio, conservándose casi como una reliquia. Por otra parte, aunque no llegaran a realizarse, hoy día resultan muy interesantes las soluciones que a las distintas intenciones proponía Le Vau y que estaban en la línea de sus actuaciones en otros palacios. Pero, en 1670, al poco de comenzada la obra definitiva, falleció Le Vau, por lo que se hizo cargo de los trabajos su primer ayudante François d’Orbay, quien, como ha estudiado Albert Laprade, aunque siguió los planos de su predecesor, introdujo novedades, especialmente en la parte ornamental, que terminaron por enriquecer la obra y en definitiva dieron unidad al conjunto. La fachada al Parque quedó resuelta con una gran originalidad. Distribuida en veinticinco crujías, presentaba un aspecto italianizante que ya en el cuerpo bajo venía determinado por el empleo de sillares en almohadillado. Sumamente curioso resultó el primer piso, pues las once crujías centrales quedaron retranqueadas formando una terraza destinada a contemplar los jardines y observar las puestas de sol, aunque en realidad era el sustituto de los salones ovalados de los anteriores palacios de Le Vau con lo cual se daba un paso trascendental en la evolución de la fusión del edificio en los jardines, pues aquí el salón se ha disuelto en la naturaleza quedando al aire libre. Por encima, y conservando el retranqueo de la terraza, se dispuso un ático con balaustrada rematada con trofeos y jarrones que ocultaban unos tejados bajos, lo que acrecentaba la semejanza con modelos italianos.

En aquel Versalles se celebró en 1679 la firma de otra paz, la de Nimega, que ponía fin a la Guerra de Holanda (1678-1679), con la que Francia obtenía el Franco Condado y algunas plazas en los Países Bajos. Y nuevamente es la celebración de un tratado de paz el que señala un cambio para el palacio de Versalles, pues es en este momento cuando Luis XIV decide que pase a ser la sede del Gobierno, con lo que allí se concentraría toda la vida política y representativa de la nación, firmándose finalmente el decreto del traslado de la Corte y el Gobierno el día 6 de mayo de 1682. Además, por estas fechas se producía un nuevo cambio en la vida sentimental del rey, pues la marquesa de Montespán fue cayendo paulatinamente en desgracia, ya que, a la par que se apagaron sus encantos físicos, arreciaron las amonestaciones de Bossuet al rey por su vida licenciosa. Pero la caída terminó por consolidarse cuando, para evitar lo que ya parecía irremediable, la Montespán entró en contacto con cierta mujer llamada Voisin que le proporcionó filtros amorosos para administrar al rey y volverlo favorable; sin embargo, al poco, ésta fue acusada de envenenadora y la marquesa se vio salpicada por el asunto, con lo que definitivamente se apagó su estrella después de haber dominado la voluntad de toda Francia y de haber dado ocho hijos al rey.

El Palacio de Versalles representará el momento culminante de la arquitectura palaciega en Europa, tanto por sus dimensiones como la magnificencia de su estructura, escenificando de manera excepcional el poder del rey absoluto.

Luis XIV se encariñó con el lugar y decidió transformarlo dado que necesitava una  ampliación de Versalles, motivada por el problema de dónde alojar a las más de 20.000 personas que formaban la Corte y el Gobierno de Francia.

Construyó dos inmensas alas que empalmó perpendicularmente con las alas laterales del patio, una hacia el norte y otra hacia el sur, retranqueadas y puestas en línea con el acceso al patio, ya que si lo hubieran estado con la fachada del parque hubiera resultado un frente de casi 500 metros. Deseaba remodelar la fachada que daba al parque para disponer un salón central pero la negativa del rey le llevará a realizar en esta zona la Galería de los Espejos, salón más representativo del palacio versallesco.

La fachada del Jardín del Estanque pertenece al arquitecto Louis de Vau, realizada durante los años 1668- 1669 de modo simétrica, con salientes para aportar ritmo y 250 ventanas que aportan ligereza al conjunto. Se distinguen entre tres pisos siguiendo el modelo italiano articulados mediante pilastras y columnas jónicas.

Las estancias de Versalles.

André le Nôtre será el diseñador de los jardines. Los jardines franceses del siglo S. XVII pasaron a  ser el complemento esencial de todo palacio y en Francia el prototipo del siglo XVII lo da el de Versalles, que, como en tantos otros aspectos, también tuvo su ensayo en Vaux-le-Vicomte. Sin embargo, ya antes Claude Mollet y su hijo André dieron las pautas de lo que sería el jardín francés al adoptar el principio de que se había de mejorar el aspecto de la naturaleza con la ayuda del arte.Pero quien llevó a la práctica este principio y determinó mejor que nadie lo que es el jardín francés fue André Le Nótre, que, discípulo de Mollet y de Simon Vouet, comenzó su actividad hacia 1649 en el Jardín de las Tullerías.

Fuente del palacio de Versalles

Fuente del palacio de Versalles

Posteriormente, trazó los de Vaux-le-Vicomte y Versalles, a los que dio una estructura cargada de gran simbolismo, en la que, a través de varios escalones, se va pasando progresivamente desde la naturaleza dominada por la mano del hombre hasta la que vive libremente. Y en este sentido bueno es recordar lo dicho sobre la evolución de los palacios hacia una integración en los jardines, y cómo a través de ellos se pasaba del mundo artificial al natural, por lo que ahí se daban ya los primeros pasos en el escalonamiento hacia la plena naturaleza. Si se analizan los jardines de Versalles tomados como prototipo, el primer escalón lo proporcionan los Parterres, donde la Naturaleza se mostraba absolutamente dominada por la mano del hombre, que la obligaba a constreñirse a unos lugares y a unas alturas determinadas. Buscando además efectos estéticos, y hasta cierto punto escenográficos, situó justo al pie de la Galería de los Espejos dos estanques donde se reflejaba el palacio.      

Desde este lugar organizó una gran avenida, el Tapis Vert, que conducía hasta el Gran Canal y que estaba delimitada por dos grandes fuentes, la de Latona y la de Apolo, que tenían una fuerte carga de simbolismo. La primera representaba la historia de Latona, que, habiendo dado a luz a Apolo y a Diana de sus amores con Júpiter, hubo de escapar de la ira de la esposa de éste, la diosa Hera. En la huida llegaron a un estanque donde se dispusieron a beber agua para saciar la sed, pero allí un grupo de campesinos se entretuvo en arrojar piedras al agua para enturbiarla y molestarles. Sin embargo, no se hizo esperar el castigo de Júpiter, que velaba por su amante y sus hijos y convirtió a aquellos canallas en ranas. La lección estaba clara a los ojos de los buenos entendedores, pues Luis XIV señalaba a través de este ejemplo a todos los miembros de la Corte que paseaban por los jardines, que él tampoco dudaría en castigar a los que trataran de hacer daño a la marquesa de Montespán y a los hijos naturales habidos con ella.

La fuente de Apolo hacía referencia directa a Luis XIV, pues mostraba al dios en el momento de salir del océano conduciendo su carro solar para iluminar la tierra. Luis XIV era el Rey Sol que iluminaría a Francia e incluso a toda Europa con su gloria en la política, en las armas y en la cultura. A los lados de esta vía se desarrollaba el segundo escalón del jardín en el que se formaban diversos bosquecillos perfectamente urbanizados, pero donde los árboles crecían con mayor libertad. Entre ellos se dispusieron pequeños estanques, estatuas aisladas y sencillas arquitecturas, de las que merecía una especial mención la Columnata, formada por una arquería circular en cuyo centro se situó la estatua del Rapto de Proserpina esculpida por Girardon. En el siguiente escalón era el agua la que ejercía el papel más destacado gracias a un gran estanque en forma de cruz, del cual el brazo dispuesto en el eje del jardín era el Grand Canal y el transversal, el Petit Canal. Por ellos navegaba apaciblemente Luis XIV en las góndolas que le había regalado el Dux de Venecia. A los lados había bosques en los que los árboles crecían en plena libertad, aunque con caminos que señalaban una última intervención de la mano humana, pues más allá del Gran Canal estaba el bosque libre como último escalón, aunque ya propiamente fuera del Parque. Todo este conjunto llevó muchos años de trabajos en los que hubo que hacer obras de enorme magnitud como desecar pantanos, arrasar colinas, rellenar depresiones y muy especialmente llevar el agua que las plantas y las fuentes requerían en grandes proporciones.

Una de ellas fue la Ménagerie o pequeño zoo, pieza que no solía faltar en ningún palacio real que se preciara, y que en este caso se construyó en 1633 no durando más de treinta años. Situado cerca del camino hacia Saint Cyr, constaba de un edificio octogonal que estaba formado por dos pisos, de los cuales el superior servía de observatorio de los animales que se guardaban en recintos alrededor del edificio. Por su parte, el piso inferior estaba decorado a modo de cueva artificial, en donde para lograr un aspecto más real existía la posibilidad de regar todo el conjunto mediante unas salidas de agua, que, según las tradiciones de Versalles, en ocasiones en que la estancia estaba llena de visitantes, el propio Luis XIV abría las llaves para divertirse regando con un agua helada a los allí congregados. Sin duda una de las maravillas del Parque fue la Gruta de Tetis construida entre 1664 y 1676 y que se destruyó en 1684.

Esta pieza estaba situada en el extremo del Parterre du Nord, frente al lado septentrional del palacio, y para ella se aprovechó el espacio situado bajo un depósito de agua. El lugar se cerró, y la fachada principal se compuso como si se tratara de un ninfeo, mostrando tres vanos en forma de arco de medio punto y una decoración alusiva al dios Apolo. Por su parte, el interior estaba estructurado por medio de dos pilares que formaban seis crujías, dando una especie de edificio de dos tramos y tres naves, de las cuales la central se cubría con bóvedas de crucería y las laterales, con cúpulas. Pero lo más fantástico del lugar era la decoración del interior, donde se trataba de imitar la gruta submarina a la que se retiraba durante la noche Apolo para descansar del trabajo del día conduciendo el carro solar. Para ello se contó con el precedente inmediato de la Ménagerie, aunque se hizo de una forma más sofisticada, cubriéndose las paredes con incrustaciones de piedras, caracolas o corales que formaban figuras fantásticas. Pero además se buscaron efectos que hoy denominaríamos como de luz y sonido, entre los que, por ejemplo, ejercía un papel fundamental un órgano que imitaba el sonido del agua y el gorjeo de una multitud de pájaros. Al fondo de la estancia se dispusieron tres nichos en los que se colocaron, en el central, el grupo escultórico de Girardon que representaba a Apolo servido por las ninfas, y en los laterales los dos grupos de los Tritones abrevando los caballos de Apolo, esculpidos por Guérin y los Marsy. Con todos estos factores y contando además con que la iluminación de las antorchas no produce una luz fija, sino temblorosa que puede propiciar una sensación de misterio, y que el lugar podría regarse y además sería húmedo por el depósito situado sobre él, podría llegar a pensarse por parte de los allí presentes que realmente se habían trasladado a la cueva en que descansaba el dios. Pero como en todo lo de Versalles, aquí también había una fuerte carga simbólica que Santiago Sebastián ha querido relacionar con el rito del lever y del coucher de Luis XIV, que era una especie de liturgia mítica en alusión a la salida y puesta de la luz en el mundo.

La Orangerie era el invernadero, especialmente construido para resguardar los naranjos de los rigores del invierno. Estos árboles, muy del agrado de Luis XIV, se encontraban plantados en grandes macetas y mediante un ingenioso artificio, se trasladaban como objeto de adorno al interior del palacio o al Parque. Pero junto a estos árboles, también acogía en su interior plantas exóticas y otras más corrientes destinadas a poder disponer de flores en todas las épocas con las que adornar caprichosamente ciertos lugares en determinados momentos. Se construyó la Orangerie algo más allá del parterre sur, el llamado Parterre des Fleurs, aprovechando un desnivel del terreno, de forma que a un nivel inferior del parterre se construyó una arquería abierta hacia el sur y por tanto muy abrigada; tras ella y ya bajo tierra, había tres galerías abovedadas donde se guardaban los naranjos. El acceso desde aquel Parterre des Fleurs se hizo primero mediante dos rampas que flanqueaban la arquería; pero en la tercera etapa de la construcción del palacio, la Orangerie fue enormemente agrandada y las rampas transformadas en los llamados Cien Escalones. Junto a éstas hubo en el Parque de Versalles otra construcción de singular importancia, el palacete del Trianon, situado en el extremo norte del Petit Canal y cercano a la aldea de Trianon. Allí Louis Le Vau y François d’Orbay construyeron en 1669 un primer edificio, el Trianon de Porcelana como refugio para cuando Luis XIV y la marquesa de Montespán deseaban escapar del bullicio de la Corte. La obra acabó siendo una curiosa componenda, pues el rey, o mejor aún la marquesa, siguiendo las modas que se estaban imponiendo, deseaba un edificio chinesco, lo que no compaginaba con las ideas de Le Vau que pensaba en un palacete de corte tradicional. El resultado fue un llamativo conjunto en el que, por ejemplo, la entrada estaba formada por un frontón triangular sobre cuatro columnas cuyo aspecto clasicista contrastaba con las fachadas, que si bien presentaban una gran regularidad, estaban recubiertas con azulejos de rico colorido, que así trataban de aparentar un ambiente oriental y exótico. El interior estaba dividido en dos apartamentos y los jardines de alrededor se cuidaron con esmero. Pero con el paso del tiempo y la caída de la Montespán, aquel edificio dejó de agradar y se planteó su sustitución, cosa que se hizo en el año 1687 bajo la dirección de Jules-Hardouin Mansart ayudado por Robert de Cotte, construyéndose el luego llamado Grand Trianon.

El edificio se concibió como un palacete veraniego, por lo cual se hizo con poca altura, para así adaptarlo mejor al terreno y estar más en contacto con la naturaleza. Por otra parte; se edificó siguiendo la tradicional planta en U con un foso, un puente y una verja de hierro en el lado abierto, quedando estructuradas las fachadas mediante arquerías. Pero, sin duda, lo más interesante del edificio es el corps de logis, pues aparte de que está articulado a base de columnas jónicas pareadas, que en la fachada al jardín soportan un dintel, en realidad llega a la culminación en la evolución del palacio barroco francés tendente a la integración del edificio en la naturaleza, pues se dejó abierto, con lo que desde el patio se pasaba al jardín casi sin interrupción, pudiendo así decirse que el edificio se ha disuelto y deja de ser una barrera entre el mundo artificial y el natural. Ahora bien, como así el palacete resultaba insuficiente, se le añadieron dos alas de la misma forma que en Clagny y en Versalles, pero con la salvedad de que al ser un edificio más pequeño pudieron situarse como prolongación del corps de logis. Y aún se edificó otro pequeño pabellón que arrancaba formando ángulo recto con el extremo del ala norte, con lo cual el jardín quedaba más protegido desde el punto de vista climatológico y ambiental.

Louis le Vau también realizara en el palacio el llamado Gran o Petit Trianon, realizado en el año 1670. Se trata de un palacete dentro del mismo para albergar o aposentar a las amantes del rey de Francia. Ello se puede observar en la composición que se realizó, como más feminista con esa piedra rosa y mármol blanco.

versalles

Su entrada se dispone a la manera de pórtico que conduce a un jardín posterior mientras que en los laterales tenemos las estancias o dependencias.

Uno de los edificios más reproducidos y comentados de la arquitectura francesa de mediados del siglo XVIII es, sin duda, el Petit Trianon, construido para Madame de Pompadour por Ange-Jacques Gabriel. La composición cúbica y la presencia del pórtico de columnas en la fachada posterior han hecho que se haya insistido en demasía sobre el carácter palladiano del edificio. Sin embargo, la ausencia del frontón y la balaustrada que lo corona no son paIladianos. Heredero del tradicional pabellón francés, mezcla un ritmo aticista, muy representativo de esta época, con el recuerdo de Palladio visto a través de la óptica inglesa de un Campbell.

El Salón de los Espejos realizado durante los años 1678 al 1684 como un salón de baile y de audiencias privadas por parte de Mansart, en cual realiza la composición en el año 1675 y la decoración va a ser establecida en el salón en el año 1678 bajo la dirección de Chales le Brun.

Se trata del conjunto más representativo del estilo decorativo del reinado de Luis XIV. Se observa la integración de la naturaleza, decoración, arquitectura y luz, la cual entra por los grandes ventanales y se refleja junto al jardín en los espejos de en frente, formando unos efectos sorprendentes y de fantasía.

lamparas versalles

Los materiales no son todos lujosos, pese a la sensación de riqueza decorativa y exuberancia. Además de mármoles. Son importantes los estucos y el cristal, material más barato, pero igualmente efectivo visualmente.

Otro de los salones será el Salón de la Paz (1678- 1684) y el Salón de la Guerra (1678- 1684).

salon de la guerra

En el Salón de la Guerra, Mansart inicio la construcción del Salón de la Guerra a partir de 1678. La decoración, terminada por Le Brun en 1686, exalta las victorias militares que condujeron a la Paz de Nimega. Las paredes están revestidas con paneles de mármol ornados de seis trofeos y de cascadas de armas de bronce dorado. La pared del lado del salón de Apolo muestra un bajorrelieve ovalado de estuco que representa a Luis XIV a caballo, pisoteando a sus enemigos. Esta obra maestra de Coysevoz esta coronada por dos Famas doradas levantadas por dos prisioneros encadenados. Por debajo, en el bajorrelive que disimula la abertura de una falsas chimenea, Clio escribe la historia del Rey para la posteridad. El techo pintado por Le Brun representa en su centro a Francia armada, sentada sobre una nube y rodeada de Victorias. Un retrato de Luis XIV decora su escudo. En el dovelaje de distribuyen sus tres enemigas vencidas: Alemania de rodillas, con un águila, España amenazadora, con un león que ruge, y Holanda recostada sobre un león. La cuarta representa a Belona, diosa de la guerra, enfurecida entre la Rebelión y la Discordia.

Y en el Salón de la Paz, presenta la misma decoración de paneles de mármol y de trofeos de armas de bronces dorados y tallados que el Salón de la Guerra, simétrico al primero. No obstante, Le Brun ornó la cúpula y los dovelajes con los beneficios de la paz que Francia otorgaba a Europa. Desde el final del reinado de Luis XIV, este salón estuvo separado de la galería por un tabique móvil, y se consideraba parte del Gran Aposento de la Reina, del que por consiguiente constituyo la última estancia. Bajo el reinado de Luis XV, allí fue donde María Leszczinska ofreció cada domingo conciertos de música profana o religiosa que desempeñaron un papel importante en la vida musical de Versalles, y donde, bajo el siguiente reinado, María Antonieta organizaba su juego.

La Cámara del Rey, del año 1701, será la estancia más importante del palacio de Versalles, donde Luis XIV traslada sus aposentos al salón, el cual está situado dentro del eje principal del palacio, este- oeste, mirando hacia la salida del sol. Al igual encontramos la Cámara de la Reina, (1689- 1672).

camara del rey

camara de la reina

En 1701, Luis XIV traslada sus aposentos al salón situado en el eje este- oeste del Palacio, mirando hacia la salida del sol. Se cegaron los tres ventanales del fondo, dirigidos a la galería de los Espejos, para dar forma a la alcoba; la balaustrada de madera dorada que separa la alcoba del resto de la estancia fue tallada y Nicolás Coustou realizo una alegoría en estuco de “Francia velando el sueño del Rey” justo encima de la cama. En esta habitación, convertida en el santuario visible de la monarquía, Luis XIV tomaba sus “almuerzos privados” y tenían lugar las ceremonias del “despertar” y el “acostarse” del Rey. Es también en esta habitación donde murió Luis XIV el 1 de septiembre de 1715, después de setenta y dos años de reinado. La fastuosa decoración de la habitación, con brocado de oro y plata sobre fondo carmesí, se complementa con cuadros escogidos por Luis XIV: “Los cuatro evangelistas y el ultimo Cesar”, de Le Valentin y Giovanni Lanfranco; sobre la puerta, “San Juan Bautista”, de Giovanno Battista Caacciolo; “María Magdalena”, de Le Dominiquin; y dos retratos de Antoon Van Dyck. Sobre las dos chimeneas, de la época de Luis XV, se encuentran un busto de Luis XIV de Antoine Coysevox, un reloj –barómetro y cuatro candelabros que habían pertenecido al conde de Provenza, hermano de Luis XVI.

La Cámara de la reina es la estancia principal del aposento, aquella que más utilizaba la reina. Allí dormía, a menudo en compañía del rey. Y en ella recibía, por la mañana, durante y después de su aseo, que constituía un momento de Corte tan reglamentado por la etiqueta como el deber del Rey. Aquí también se llevaban a calo los alumbramientos en público: diecinueve “Hijos de Francia” nacieron en ella. La decoración conserva el recuerdo de las tres reinas que ocuparon la estancia: el compartimentado del techo se remonta a la Reina María Teresa, pero las pinturas en grisalla de Boucher se realizaron para María Leszczinska, al igual que las carpinterías. Todos estos elementos se conservan de la época de María Antonieta para la que solo se renovó el mobiliario y la chimenea.

Durante la invasión del Palacio por los agitadores, el 6 de octubre de 1789, María Antonieta consiguió huir de ellos por la pequeña puerta izquierda de la alcoba que da a un corredor que a su vez desemboca en los gabinetes interiores de la Reina, una docena de pequeñas estancias reservadas a su vida privada y a su servicio. En la Revolución, el Palacio no fue víctima del pillaje, pero sus muebles se dispersaron durante las subastas que duraron un año entero. Algunos pudieron recuperarse, como un joyero que se encuentra a la izquierda de la cama, o la pantalla de chimenea. Otros se sustituyeron por piezas equivalentes: este es el caso de los asientos entregados en parte para la Condesa de Provenza, la cuñada de la Reina, y en parte para la visita del Rey de Suecia, Gustavo III. En cuanto a las telas que cuelgan de la cama y de las paredes, se volvieron a tejer en Lyon, a partir de los patrones originales conservados. La cama y la balaustrada se reesculpieron a partir de documentos antiguos.

Otras de las dependencias más importantes serán las Caballerizas, realizadas desde los años 1685 hasta 1689.

caballerizas versalles

Y la Capilla Real, del año 1710 realizada por Mansart en el ala norte del Palacio, a doble altura, estando la tribuna real en el piso principal, desde donde el rey y su familia atendían a misa.

En las últimas décadas del siglo XVII se hicieron importantes obras que completaron el palacio de Versalles, mereciendo entre ellas una especial mención la Capilla. Anteriormente hubo varias capillas, todas ellas con un carácter más o menos provisional, hasta que en 1689 Jules- Hardouin Mansart recibió el encargo de construir una que había de ser la definitiva. Emprendidas las obras, sufrieron varios parones a consecuencia de las guerras, hasta que se concluyeron en 1703, finalizando la labor decorativa en 1710.

capilla versalles

Su ubicación fue en la nueva ala norte como una edificación hasta cierto punto independiente. Exteriormente, presenta un esquema diferente al del resto del palacio, acercándose en buena medida a la estética gótica, lo cual está en relación con su condición de capilla palatina que la aferraba a la tradición; anteriormente ya había ocurrido lo mismo en palacios como los de Chenonceau o Saint-Germain-en-Laye. Al contrario, en el interior la decoración se acerca al gusto versallesco, pero la estructura está ligada también a la condición de etiqueta de la Corte, de forma que se compone de dos plantas en torno a un espacio central único con lo que se forman tres naves, quedando dispuesto el trono real a los pies del piso alto y directamente frente al altar, correspondiendo la ubicación de los distintos miembros de la Corte de acuerdo a un estricto protocolo.

En el aspecto de los elementos estructurales, la planta baja se divide en naves mediante arquerías que cargan sobre fuertes pilares cuadrados, y el piso alto asoma al espacio central con columnas corintias que sostienen un dintel en el que carga la bóveda de lunetos que cierra la capilla.